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Independiente de Cadiz:.

Andrés Ruiz y Nino Yáñez son dos de los integrantes más recientes del Club Safemi San Fernando de baloncesto en silla de ruedas. Ellos son un claro ejemplo desuperación. Una superación en la que el deporte tiene mucho que ver. Salir adelante después de un duro golpe, de esas lecciones que te da la vida, no es fácil, pero ambos aseguran que el deporte les ha brindado esa oportunidad. Ahora son jugadores de un gran club, el único que hay en la provincia y de los pocos que existen en Andalucía.

 

Ambos vieron como muchas de sus ilusiones y de sus planes quedaban relegados a un segundo plano cuando un accidente de tráfico hizo mella en sus vidas. “Romperse”, como ellos mismos dicen a la lesión medular que padecen. Andrés y Nino ya no pueden caminar, pero no han dejado que eso sea un impedimento y han intentado seguir adelante, algo que han conseguido en gran parte gracias al deporte, tal y como los dos han afirmado.

Andrés deja claro que el hacer deporte “nos da vida”. “Tenemos la oportunidad de viajar y de relacionarnos con gente. El deporte nos da independencia. A mí, personalmente, si me llevo dos semanas sin entrenar me entra el mono”. Además, sabe lo complicado que puede llegar a ser para muchas personas afrontar una situación como la que padecen. “Conozco a gente que por la discapacidad no salía de su casa, porque en la calle muchas veces te sientes discriminado. El baloncesto o el pádel te ayudan a la integración social, porque sales a entrenar y te relacionas con los demás. Además, cuando viajamos conocemos a mucha gente y eso te ayuda a abrirte socialmente”, dijo.

En su caso particular, Andrés nunca había jugado al baloncesto, pero “a mí me dio mucha salida. No había jugado en mi vida, pero ahora tengo una alternativa para hacer deporte. También jugamos al pádel, al tenis y al tiro con arco y ahora se están empezando a crear los primeros equipos de hockey en España gracias a dos fundaciones”.

En el caso de Nino, él jugaba al fútbol antes de tener el accidente. “Para mí era una vía de escape y, además, me gustaba mucho. Las dos horas que pasaba entrenando o jugando me servían para aparcarlo todo, los problemas, los estudios… Cuando tuve el accidente, esa sensación de poder evadirme la perdí, porque siempre estaba con la silla. Parece mentira, pero jugar al baloncesto y durante dos horas sentarte en otra silla también sirve como salida y como vía de escape. Eso es algo que nos pasa prácticamente a todos”, afirmó. Además, nunca pensó que le pudiese ayudar tanto como lo ha hecho. “Después de haber jugado al fútbol, pensé que el baloncesto no sería igual y por razones obvias no lo es. A mí el fútbol me gustaba mucho, mucho, pero con el tiempo todo se asimila y a la hora de ser una vía de escape, te ayuda bastante. Además, para una persona con discapacidad, el hacer deporte es importante, porque te sientes realizado y te sientes bien contigo mismo”, aseguró.

Estas dos historias son parte de un todo, un todo que es el Club Safemi. Ambos llegaron hace un año y medio aproximadamente a esta entidad y se sienten como en casa. Además, empezaron en el equipo que hay en el Centro de Recuperación de Minusválidos Físicos (CRMF) de San Fernando.

Este conjunto es una de las muchas actividades que hay en esta entidad y es el “filial o la cantera del Safemi”. “Los dos estábamos en ese equipo y el capitán del Safemi, de vez en cuando, se pasaba por allí. Un día nos propuso ir a un entrenamiento. Ninguno de los dos teníamos sillas, porque en el centro jugábamos con una que nos proporcionaban, pero nos las buscamos. No son baratas, porque su coste supera los 3.500 euros, pero si te gusta lo pagas”, aseguraron.

Así que se buscaron sus sillas para poder jugar “y nos fuimos allí con ellos”. “La acogida fue fenomenal, porque todos te ayudan, te enseñan, te dan consejos, te motivan… Y en un año y medio que llevamos ya los dos, somos uno más”, destacaron.

Pero no todo es decir vamos a jugar, porque no es sencillo. “Muchos dicen de probar, porque lo ven fácil, pero cuando han dado tres carreras en la pista prefieren salirse y quedarse mirando”, aseguró Nino. Además, la normativa, las reglas, cada detalle del juego, las sillas, el bote del balón, la demarcación… Muchas cosas a tener en cuenta…

¿Qué diferencia hay entre el baloncesto a pie y el baloncesto en silla de ruedas, además de la silla, claro? A priori, las reglas son las mismas. “Ocho segundos para pasar la línea del centro del campo, 24 segundos de posesión, tres segundos en la zona, cinco faltas y estás fuera, las dimensiones del campo son las mismas, la canasta está a la misma altura. Todo eso es igual”, manifestaron Andrés y Nino.

¿Dónde está la diferencia? “Nosotros no damos dos pasos, sino que le damos dos veces al carro.

Una vez que lo haces, o botas o pasas el balón. Las dos veces que le damos a las ruedas para avanzar equivalen a los dos pasos en baloncesto”, señaló Andrés.

¿Y cuándo es falta? “Cuando paras al contrario sin estar quieto. No pueden embestir a un contrario ni llegar y darle por el lado. Tienes que adelantarlo, ganarle la posición, quedarte quieto y que él choque contigo. En ese caso, es falta en ataque. Además, es como si fueran los coches de choque y hay caídas y porrazos fuertes”, explicó Nino. Además, van atados a la silla, porque “es obligatorio para que no nos caigamos. Eso te da más control de la silla y más estabilidad, al igual que la forma de las ruedas, que te permiten más rapidez y una mejor maniobra en el giro”, apuntó.

Todo esto se asemeja mucho al baloncesto a pie, solo que aplicado a las sillas de ruedas.

Pero hay algo exclusivo para esta última modalidad y es la puntuación, aunque no la del marcador.

Dependiendo de la discapacidad y la movilidad de cada uno de los jugadores, éstos tienen una puntuación u otra. A más discapacidad menos puntuación y a menos discapacidad más puntuación.

El caso es que cada equipo puede tener en el campo a cinco jugadores que, en función de estas puntuaciones, no superen los catorce puntos y medio. “Nosotros dos somos parapléjicos y no tenemos movilidad en todo el tronco, debido al lugar donde tenemos la lesión, que se diferencia en tres centímetros el uno del otro. Hay jugadores que sí pueden mover todo el tronco y se ayudan de eso para desplazar la silla, además, tienen más movimiento de cintura, mientras que nosotros sólo contamos con los brazos. En nuestro caso, nuestra puntuación es de uno. Somos bloqueadores, los que nos llevamos los palos y hacemos el trabajo sucio para que el pívot pueda entrar en la zona.

Nos hartamos de trabajar para que los logros se los lleven otros, pero es una labor de equipo”, destacaron.

Así pues, una persona con mucha movilidad tendrá cinco puntos, que es el máximo que se otorga, y el equipo tendrá que compensar con el resto de jugadores para llegar a esos catorce puntos y medio. Además, la posición en el campo también va en función de esa puntuación. “Los pívots suelen ser los que mayor puntuación tienen y luego según esos puntos, juegas en una zona o en otra. Además, dependiendo de la movilidad jugarás en una silla más alta o más baja. Por ejemplo, si tienes mucha movilidad de tronco y poca discapacidad, sueles jugar en una silla alta y si la discapacidad es mayor, la silla es más baja. Lo cierto es que la diferencia son 15 o 20 centímetros, no parece nada, pero a la hora de sentarte esos centímetros se notan una barbaridad. Cualquier cosa en la silla se nota mucho”, explicó Nino. El hecho de que los pívots sean los jugadores con mayor puntuación y menor discapacidad hace que no todos los equipos puedan jugar con tres hombres a la vez en esta demarcación. “Nosotros sí que podemos. El Safemi es, a nivel nacional, el equipo que más parapléjicos tiene. Somos seis en total y lo normal es que haya entre dos y cuatro y que el resto pueda andar”, apuntaron.

En su origen, el baloncesto en silla de ruedas sólo lo practicaban personas con lesiones medulares y que estaban en sillas de ruedas. El baloncesto les servía como motivación para hacer deporte. Esto ya ha cambiado y ha evolucionado para que otras personas también puedan practicar este deporte.

“A día de hoy, para poder jugar, sólo necesitas el informe del médico que diga que no puedes practicar el baloncesto a pie y no necesariamente tienes que estar en una silla de ruedas. Si esa persona, por ejemplo, sólo tiene una leve cojera, tendrá puntuación cinco, pero podrá jugar”, dijeron.

El Equipo

El Club Safemi, que cuenta con casi 30 años de historia tras su fundación en 1995, milita en la Primera División Nacional del baloncesto en silla de ruedas, “que para entendernos es como si fuera la Segunda B en fútbol. Por encima están División de Honor y División de Honor B”, señaló Nino. “El Safemi empezó siendo un equipo, luego pasó a ser un club y a día de hoy se conoce a nivel nacional. Es cierto que aún estamos lejos de llegar a donde queremos, que no es otra cosa que jugar en la Champions del baloncesto en silla de ruedas, en División de Honor”, aseguraron.

Esta temporada se han quedado muy cerca de lograr subir el primer peldaño para conseguir ese objetivo. Sólo los dos primeros de la clasificación tienen plaza para disputar la fase de ascenso. Una ronda en la que los mejores del grupo sur se miden a los dos primeros del grupo norte y los dos mejores de los cuatro suben a División de Honor B. En esta ocasión, el Safemi se quedó a las puertas. “Acabamos empatados a puntos con el segundo, pero en el goal average, como se diría en fútbol, teníamos tres puntos menos, es decir, dos canastas. Por tan poco nos quedamos fuera de disputar la fase de ascenso”, explicó Nino.

Además, las opciones de poder subir de categoría eran muchas este año, dado que los equipos “que han conseguido ascender en la liguilla son los dos del grupo sur y a esos dos equipos les hemos ganado nosotros en la Liga. Nos ha dado mucho coraje, porque lo hemos tenido muy cerca”, destacó Andrés.

Esta temporada, el objetivo del Safemi era el ascenso. No ha podido ser, pero ya están preparando la próxima campaña con las mismas ganas e ilusiones y con la intención clara de lograr un billete para dar el asalto a una categoría superior. “Este año teníamos opciones, pero el año que viene tendremos más. Esta temporada fueron cruciales los partidos contra Canarias en los que nos faltaron dos compañeros importantes”, afirmaron ambos jugadores.

La competición no es fácil para la entidad isleña, ya que los costes son altos y los desplazamientos lejanos. Sólo cuentan con la subvención del Ayuntamiento de San Fernando. “Además, FEGADI (Federación Gaditana de Discapacitados) colabora con nosotros y nos cede una furgoneta para los desplazamientos”, dijo Andrés. El Safemi debe viajar a Dos Hermanas, Granada, Málaga, Ciudad Real, Valencia, Extremadura, Madrid y Canarias. Éste último desplazamiento realmente no lo hace el equipo, “porque tenemos una especie de convenio con ellos. Los equipos canarios tienen que viajar de todas formas, así que cuando vienen, aprovechamos para jugar tanto el partido de ida como el de vuelta. Así, nosotros nos ahorramos el alto coste de este viaje, pero a cambio les pagamos el alojamiento aquí”, destacó Andrés, jugador del Safemi.

Otra de las formas para economizar en gastos en el resto de desplazamientos es que no viaja la plantilla al completo, son quince jugadores en total, sino que lo hacen sólo ocho. “En la furgoneta sólo caben ocho y el entrenador y eso aprovechando que el chofer es uno de los jugadores, si no, iríamos uno menos. Además, nunca hacemos noche, porque económicamente el club no se lo puede permitir, así que las palizas son tremendas, porque terminamos de jugar, sea la hora que sea y nos volvemos para casa. Muchas veces llegamos a las tantas de la madrugada”, explicó el jugador del equipo isleño.

En los tiempos que corren, mantener un equipo cuesta mucho y Andrés ha asegurado que el conjunto de San Fernando no ha desaparecido, “porque nosotros nos lo costeamos todos, la licencia, las equipaciones… Sabemos que hay equipos en los que la gente cobra, pero a nosotros, al revés, nos cuesta el dinero. De todas formas, lo hacemos porque queremos y porque competir es la recompensa que obtienes a la hora de hacer deporte. Si no estuviésemos la Liga, el aliciente no sería el mismo, por eso nos gusta competir”, dijo.

Seguir adelante, seguir entrenando, jugando y disfrutando con este deporte es lo que continuarán haciendo Andrés, Nino y el resto de compañeros que los rodean en el día a día del Club Safemi San Fernando de baloncesto en silla de ruedas.

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